El apostol del Gadis

El mendigo del super me lo dijo ayer por la mañana: "Yo soy curandero, que hoy en día está muy desprestigiado. Pero en dos segundos sé lo que le pasa a una persona." Me dió un mini-masaje en el cuello con su mano mugrienta y a continuación, mirándome a los ojos me dijo: "Tú andas perdida, pero ya encontrarás tu camino. Lo mejor es viajar y olvidarse del dinero".
Ya.

lunes, 6 de diciembre de 2010

EMPANADA PARA CENAR

El frío húmedo se diferencia del seco porque traspasa la ropa. El frío húmedo sin calefacción, se diferencia del seco en que uno se viste con más ropa en casa que en la calle. Cuando eso sucede y se es consciente, hay que tomar medidas. En mi caso sucede cuando llego a ponerme los guantes y el gorro de lana mientras estudio. Mejor dicho, cuando decido bajar a la calle para moverme y entrar en calor, y al cruzar el portal me doy cuenta de que en la calle no necesito el gorro, ni los guantes y mucho menos el segundo abrigo. Entonces, una vez que estoy en la calle y hago lo que iba a hacer (dar dos vueltas a la manzana a buen paso) decido dar luz verde al plan de emergencia térmica: voy a cocinar algo en el horno, en el fogón, en el grill del microondas y a lavar los platos con agua caliente. Lo de la habitación… se superará con los dos edredones.
Esto requiere grandes dosis de coordinación, lo cual no siempre sucede. Sobre todo porque la cocina y el horno son de gas, de esos que tenían nuestras abuelas, y da cierto respeto. Eso sí, es infalible para caldear. Un amigo me dijo un día que iba a morir intoxicada. Pero yo, entre la muerte dulce del gas con la cocina caldeada y la muerte lenta del frío de la ventana con rendija, lo tengo claro.
Hoy va a ser fiesta: voy a hacer una empanada con masa de hojaldre congelada. A mi madre le sale riquísima y yo voy a continuar con la tradición familiar de las empanadas de hojaldre made in home (aunque en mi caso parto de la del Día). Además utilizo el horno y los fogones. Para el grill…ya me inventaré algo.
Encender este horno tiene un atractivo ancestral: chascas una cerilla y alejop! decenas de llamitas se encienden. Dejar la puerta abierta y mirar las llamas de gas es todo un placer para mi nariz helada, que creo que ya no sirve para oler. Abro la puerta del horno cada 3 minutos para mirar la empanada y calentar la napia. Hasta que, aburrida y por qué no decirlo, con la espalda y el culo helado, decido sacar la empanada a la mesa y testar meticulosamente el estado de la masa, procurando dejar bien abierta la puerta del horno. Indescriptible y abrumador: el calor en el culo y los riñones comienza a repartirse por el resto del cuerpo…ah….
Ring. Ring. Ring.
“¡Qué raro! Llaman a la puerta. ¿contesto o no?... como sea un portugués, no le voy a entender nada… Vamos allá”
-Estou?!
-Cristina, sou o Luis. Estou com a Rita aquí em baixo e vamos subir bsfsfillñasfs…vsdfsbssdf, ok?
-Eeeeh, ok,ok.
En resumen: van a subir. Los caseros son un encanto, tienen mi edad y me tratan como a una hija deficiente. Normal, debo parecer retrasada porque no les entiendo nada y cuando hablo confirmo mi subnormalidad. En fin, voy a meter la empanada en el horno a ver si se termina de hacer rápido, es decir, sin abrir la puerta. Ojalá se queden a cenar, si no me va fastidiar bastante por hacerme ilusiones: El calor corporal no tiene precio. Con tal de que se queden les regalo la empanada hasta sin catarla.
Pero, pero…no es posible: huele a quemado. ¡¿Cómo huele a quemado si no ha pasado ni un minuto?! ¡¡¡Dios mío, hay llamas gigantes en el horno!!! ¡¡¡Fuego en el horno!!!
Abro para cerciorarme, como si no fuese suficiente con el humo negro que no me deja ver. Una lengua de fuego sale decidida a envolverme. Apago el gas y abro la ventana, pero el fuego continúa. ¿cómo mierda se apaga esto? Creo que no se debe echar agua… Esta sí que es buena, los caseros van a ver en vivo y en directo como les quemo la cocina.
¡Este humo es peligrosísimo! Ay dios, ¡Qué negro, no se ve un pijo! Y Luis y Rita ¿dónde están? ¡papá, mamá! ¡Vecinos! ¡Veciña, por deus abra a porta que tenho fogo na cocinha! Mierda, vieja sorda, que no estoy robando, lo que estoy haciendo es quemar la casa!!!! Veciños!Veciños!!
-Ola!?
-Ola, fogo! Fogo! FOGO no forno!! – mierda, joder, aquí no abre la puerta ni dios y nos vamos a morir todos asfixiados.
-Ola? O que é o que está a passar? Quem é?
-Abra a porta, por favor!! - ¿es que no les llega el humo? buaff- T-E-NH-O F-O-G-O en casa! –y los caseros me van a pillar en plena faena, joder…qué cagada… Por cierto, ¿cómo pueden tardar tanto en subir?
Los vecinos abren la puerta con muchísima tranquilidad, me miran con cara circunstancial y me dicen algo. Ni papa. Hace un rato que sólo pienso en que voy a quemar una casa y a matar con el humo a los vecinos.
-Fogo! Fogo! ¡qué sí, hombre, que sí! Del horno
-É teu este fume?
-¿Qué? El horno, o forno, o forno!
Despacio y riendo (cómo me jode) pasan a mi casa dos chicos mientras remueven el humo. La vecina se queda en el umbral sonriendo. Salen de ella y entran en la suya con aire condescendiente. La operación me da que va a ser limpia y rápida, sus caras me lo dicen. Y entre el pánico del fuego e intuir la cara de los caseros, reconozco que me sienta bastante mal. ¿Qué pasa, qué tiene de gracia? ¿por qué ese gesto de héroes paternales? Salen otra vez de casa, pero esta vez lleva cada uno una jarra de agua. Cuando salen de la mía me dicen:
-Já está pronto. Non f-o-g-o.
-¿Ya? ¿ya está? ¿con dos miserables jarras de agua? – estupefacta, o más bien ridícula, miro las jarras de agua: son las de la comida, no creo que lleguen al litro cada una.
Lo peor es que parecen tener razón: se empieza a ver en el descansillo. Me siento mal mirando sus jarras vacías en las manos y creo marearme, será el humo…
-Muito obrigada e disculpen. Non sei o que fixen...
Una vez en casa, fría como un témpano con todas las ventanas abiertas y con un olor a quemado que parece llegar del mismo infierno, me quedo un tanto bloqueada mirando el horno con la empanada llena de agua. Sí. Parece que no se puede comer nada, ni siquiera raspando lo quemado. Parece una sopa de tomate con tropezones.
Tiene su lógica lo del agua… al fin y al cabo no hay electricidad por ningún lado ¿cómo no se me ocurriría?
Ring! Ring!
¡Ay, dios, otra vez! ¡Los caseros!
Abro la puerta y no son precisamente los caseros, son los héroes de los vecinos que me invitan a cenar. ¡Qué majos! Lo admito. Este gesto les exculpa de cualquier acto maquiavélico pertrechado en mi hogar. “Encantada, majetes. Con vecinos como vosotros da gusto”. Pero cuando estoy saliendo por la puerta aparecen en las escaleras (por fin) los caseros cargando con un mueble gigante. Por eso tardaban tanto, no debe ser fácil llegar a un quinto con eso a cuestas por unas escaleras estrechas, llenas de humo negro y sin luz.
-Hombre, Luis, Rita! Eeeeh, tengo que comentaros algo…
-Olah! Vahmos pahssahr….
Os veciños, que ya conoce a Luis, pasan prudentemente a su casa. Y yo aprovecho para entrar en la mía y recoger la cocina en tiempo record. A parte del olor y cerrando la puerta del horno, no hay nada más que delate un fuego de llamas. Increíble. Mientras Luis y Rita se pelean con un mueble gigante en el pasillo, intento comentarles lo sucedido. Cuando el mueble ya está colocado, me dicen que han pedido unas pizzas y que me invitan a cenar. Me siento muy alagada porque, a parte de haberse tomado muy bien lo del fuego, nunca tuve tantas invitaciones portuguesas.
Rita ya ha preparado la mesa y yo he avisado a los vecinos (una pena, yo que creía que iba a hacer amigos en la comunidad). Quiero aportar algo a la cena y hago una ensalada sin tabla para cortar, porque no la encuentro. La tabla de cortar de plástico blanco ha desaparecido. Mentalmente repaso entre bocado y bocado. De vez en cuando me levanto a coger un cubierto para disimular y abrir un armario para asegurarme de que ahí tampoco está. Definitivamente, la tabla se ha esfumado….esfumado… un momento… en la sopa-empanada había algo muy grasiento que…¡era plástico!
Una velada maravillosa, con una conversación encantadora, mientras disimulo con la tabla, con el horno, con la empanada…
En la despedida les doy las gracias por la cena y por su comprensión con el fuego. A lo que Luis, mirándome incrédulo me dice:
-Como?! O fume vinha de aquí?!
Al día siguiente me trajo un extintor. Tres semanas para traerme la lavadora y se saca un extintor en menos de 24h. Manda caralho.