El apostol del Gadis

El mendigo del super me lo dijo ayer por la mañana: "Yo soy curandero, que hoy en día está muy desprestigiado. Pero en dos segundos sé lo que le pasa a una persona." Me dió un mini-masaje en el cuello con su mano mugrienta y a continuación, mirándome a los ojos me dijo: "Tú andas perdida, pero ya encontrarás tu camino. Lo mejor es viajar y olvidarse del dinero".
Ya.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

EL PINGÜINO DE MATEUS

¿Qué tiene que ver un pingüino gigante con un vino? Pues ahí estoy yo, entre el pingüino y el vino. Un pingüino casi igual de alto que yo, color rosa, custodiando las botellas de vino. Por lo visto es un reclamo publicitario…joder… empezamos bien el día ¿no podría haber sido otro animal? Éstas son las cosas que nunca te cuentan antes de un trabajo: “Vas a tener que estar de pie, enmarcada en un puestecito de los helados, y con un pingüino rosa gigante”. En una mesita de 50 x 50 cm me han montado un chiringuito de miedo: dos cubiteras (que no tienen precisamente hielo del ártico, sino de la pescadería de al lado), unos platos con galletitas saladas y unos vasitos de plástico. Muy cuco.
La gente está eufórica por comer y beber mientras compra, debe ser la proximidad de  las fiestas navideñas, que va abriendo el apetito. O simplemente, un chupito de aquí y otro de allá, les hace comprar con más cabeza y agudizar el olfato rellenando los carros hasta rebosar. Al menos, hay que decir que el ambiente está menos crispado de lo habitual.
Los empleados, por otra parte, lo llevan bien, sobre todo el entrechupitado, si puedo utilizar la expresión. No deben comer ni beber nada, aunque pocos se resisten. Lo que sea, pero sin romper botellas de vinos que tienen que manejar, y sobre todo, sin que nadie se entere.
-¡Hola!
-Hola
-¿Cuántos días vas a estar aquí?
-Cuatro ¿quieres un chupito?
-Yo también estuve trabajando de promotora, pero yo con champán – se bebe el vino de un sorbo.
-Ah. ¿Y ahora qué estás haciendo?
-Soy reponedora. Bueno, en realidad soy decoradora. Estudié Decoración de interiores, y estuve trabajando un año, pero se acabó el contrato y esto es lo que he encontrado…
-Si. Yo acabé el año pasado la carrera y de momento…voy a trabajar estos cuatro días…
-Pues… ¡Suerte!
-Gracias. “Espero que no sea la tuya, maja”
-Hola
-Hola
-¿Qué tal lo llevas?- me dice el chico del toro, el que trae las botellas en cantidades industriales.
-Bien… ¿un chupito?
-¿Has vendido muchas botellas? –se acerca con discreción.
-Unas diez…
-¿Y cuántas tienes que vender?- Y apura rápidamente el vaso.
-Doscientas cuarenta…
-Puf…vaya mierda ¡Esto es una mierda! Estoy hartísimo de este trabajo
-¿Llevas mucho tiempo?
-Pues…medio año. Me quedan dos asignaturas para acabar la carrera y necesitaba dinero, pero me estoy quemando muchísimo. En cuanto pasen las fiestas lo dejo.
-¿Qué estudias?
-La superior de Informática
-¿Y no has encontrado nada? Yo pensaba que erais los que más trabajo teníais….
-Pssi…pero sin cobrar. Prácticas y esas cosas hay a patadas, pero yo necesito algo de dinero y…pensé que este trabajo lo podía compaginar pero…estoy quemadísimo. Bueno, no me puedo entretener más. ¡Ánimo con las botellas!
-¡Hasta luego!
Vaya percal. Mejor centrarme en los clientes y el pingüino, que por lo menos me entretienen un poco la mente. Les recito un mantra navideño: ¿Conocen este vino? ¿Quieren probar Mateus rosé? Es un vino espumoso, rosado, de origen portugués, afrutado, ideal para mariscos. Parece mentira, pero la mente descansa. Sobre todo porque de vez en cuando me encuentro con alguien enrollado, vamos, que ya va cocido y la conversación deriva por otros derroteros (a fulanita le gusta más el blanco, ¿no serás tú portuguesa?...) y mientras, vacío las botellas en los vasitos.
Me he quedado sin hielo así que me toca un paseo a la pescadería. Con el mandilón negro hasta los pies y una cubitera en cada mano, es difícil pasar desapercibida:
-¡Hola guapa! ¡Señora, que tenemos visita! ¿Y el vinito, guapa? Se te ha olvidao…a ver cuando nos pasas por aquí una botella que nosotros también lo queremos probar. Y si nos lo ofreces tú… ¡nos sabe más rico!
-(Sonrisa forzada con un paro respiratorio) Holah…Perdona…de dónde puedo coger el hielo…
-Entra ahí y coge
“Dios, que bochorno… sólo tengo que atravesar la tienda otra vez, rápidamente, decir adiós y gracias, y punto. Cómo resbala este suelo y como pesan las cubiteras ¡si no puedo con ellas! Lo que sea antes de volver a por más hielo. Pingüino de mi vida, tu eres tan alto como yo, por eso te quiero tanto y te doy  mi corazón… no me dejes caer aquí y dame fuerzas para sacar las cubiteras…”
-¡Adiós y gracias!
-¡Hasta luego, guapa!
Acabo el día vendiendo 150 botellas, más o menos. Que más o menos, van a ser doscientas diez botellas, por no poner doscientas cuarenta. Relleno unas encuestas sobre el número de clientes y sus gustos, todo con mucho rigor. Miro al pingüino antes de irme, y no puedo evitar sentirme de la familia: igual de torpe, igual de cursi, igual de fuera de lugar… ¡y sin poder quedarme con el abridor de botellas si quiera! Intento correr al coche pero sólo puedo dar saltitos. Sospecho que se debe a algo más que los tacones…

Próximo capítulo: Empanada para cenar

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